A los minutos siguientes estaba en la embajada, con mi expediente rechazado por tercera vez y mis últimas esperanzas abrumadas por el peso de la gringa gorda que minutos después se llenaría la boca de Donuts, McDonalds y harta Coca Cola sin saber que a mí solo me esperaría levantar la mano en alguna esquina y regresar a casa tragándome el Perú en cáscara y pepa.
 

 


Julio César Vega.


 
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