Xavier Ptolomeo, se dijo. ¿Qué tipo de nombre es ése?. Era la misma gravedad que lo había atrapado en el morro al encontrar el volante, la que ahora mismo le impedía largarse de ahí. No había nada más que pudiera hacer. Nada en absoluto. Evangelista revolvió sus bolsos y sacó dos billetes fruncidos y húmedos, sin duda manipulados de modo inconsciente, una y otra vez, a lo largo de la noche: Sólo espero que valga la pena esto, murmuró.